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CASA DE TÉ

A TEA HOUSE
ENGLISH SUMMARY FOLLOWS SPANISH


Cuando el té es hecho con el agua proveniente de las profundidades de la mente, cuyo fondo va más allá de toda medida, entonces realmente tenemos lo que es llamada la ceremonia del té.

When tea is made with water drawn from the depths of mind
Whose bottom is beyond measure,We really have what is called cha-no-yu.

Toyotomi Hideyoshi


El té es uno de los elementos más conspicuos de la cultura japonesa. Desde su introducción en el siglo X por monjes zen, procedentes de China, su uso ha evolucionado hasta influir en muchos aspectos, como la caligrafía, el diseño arquitectónico y de jardines, los arreglos florales, la cerámica o la poesía. La compleja y fina estética desarrollada en torno a la ceremonia del té, modelada por Sen Rikyu Soeki, va mucho más allá de cumplir simplemente un rol alimenticio o social como en Occidente.

Así, la ceremonia de té (sadoo o chanoyu) durante la época de las sangrientas guerras entre estados (1467-1572), se convirtió en símbolo de paz, en un rito que los samurais encontraban sosiego tras jornadas de lucha. De hecho, debían dejar sus espadas afuera, antes de entrar al recinto. Como menciona Plutschow, la ceremonia de té es un ritual sagrado, como sagrado es el espacio en que se realiza y sagrados son los utensilios que en él se utilizan. Sin embargo, en el sadoo no se invocan deidades, por lo que lo "sagrado" de la ceremonia reside en la asamblea reunida en la casa de té. Son los participantes los que se constituyen en sagrados ya que el Budismo zen, bajo cuya influencia la ceremonia de té tomó forma, busca lo sagrado no fuera, sino dentro del ser humano.

En ese sentido, es común que las casas de té se encuentren separadas del mundo cotinidano mediante algún elemento, por lo general muy sutil. Este es el caso de la Kano Shoju-an, una pintoresca casa de té ubicada al extremo sur del Camino de la Filosofía, la cual se separa de éste mediante un puentecillo cruzando el arroyo, y separando al visitante de la cotidianeidad de sus mundanos trajines.

Entrada a la casa de té Kano Shoju-An. Foto C. Zeballos.

Sin embargo, a pesar de su carácter sagrado, la estética de las casas de té dista mucho de la opulencia que puede encontrarse en un templo. Por el contrario, la Kano Shoju-an es una construcción que realza la naturaleza frágil y pasajera de la vida, basándose en principios como el wabi (la belleza de las cosas imperfectas, simples, naturales) y el sabi (la pátina que cubre a las cosas con el paso del tiempo).

Detalle de las mamparas shoji. Foto C. Zeballos.

La Kano Shoju-an consta, como la mayoría de casas de té, de dos elementos: el jardín y el edificio en sí. Materiales muy sencillos conforman el jardín, que a pesar de ello se encuentra cuidadosamente diseñado. El camino de piedras o roji, en el cual destaca una piedra mayor a la entrada, los senderos de gravilla, los islotes de paja finamente arreglados, la piedra para despojarse del calzado o kutsunugi ishi, son parte de un complejo pero sutil micro cosmos que rodea la casa de té.

El sistema constructivo de la casa utiliza paredes y columnas de bambú, recubiertas con barro y techos de paja de arroz.

Delante de las ventanas, se hallan unas pantallas suspendidas de paja trenzada, las cuales son un artificio climático, ya que protegen de la incidencia del sol en días calurosos, pero sin impedir el paso de la brisa, y pueden ser retiradas en invierno.

En su interior, el espacio fluye entre los diferentes ambientes con armonía y flexibilidad.

Las finas pantallas corredizas o shoji (que son una retícula de madera que enmarcan papel de arroz), las terrazas, las generosas ventanas y la simpleza y liviandad de los materiales coadyuvan a establecer un vínculo muy estrecho entre el espacio interior y el ambiente exterior. De hecho, el exterior es utilizado como un "cuadro vivo" ya que la ventana enmarca la vista al ubicarse a una altura y posición determinada.

La iluminación, tenue pero focalizada contribuye a realzar la atmósfera de meditación propia del recinto.

Al interior de la casa, nos recibe un ambiente semi público de piso de piedra, donde los visitantes esperan su turno para participar en la ceremonia. Como muchas de las artes japonesas, el sadoo es un arte participativo y se lleva a cabo en un ambiente especial. Tras deslizarse una mampara, una graciosa maiko o aprendiz de geisha nos invita a pasar al salón de té o tokonoma. Normalmente los tokonoma son de piso de tatami o esteras de paja finamente trenzada, pero en este caso también es de piedra. En él se encuentran dispuestos los utensilios para la ceremonia, así como arreglos florales llamados ikebana.

En una esquina (Tamae de datami), se lleva a cabo la preparacion del té.

Las visitas nos ubicamos en un area opuesta (Kyaku datami). Mientras la maiko lleva a cabo la preparación del té, una asistente nos entrega un dulce japonés llamado warabimochi, de consistencia pastosa, apariencia suave pero sabor agradable, hecha de arroz y legumbres. Posteriormente se nos sirve un té verdoso, espeso y algo amargo (ocha), en un pote circular finamente trabajado en laca (chawan). El chawan es entregado girando aproximadamente 180 grados en 3 pequeños movimientos. Luego de una respetuosa venia, el huesped gira el pote en sentido inverso y procede a ingerir la infusión. Los chawan serán recogidos previas otras respetuosas reverencias.

A un occidental como yo, quasi neófito en los menesteres de la ceremonia, le sobrecoge la solemnidad, elegancia y maestría con la que ésta se lleva a cabo. Transmite paz, sosiego y al mismo tiempo admiración por la exquisitez, fina estética y armonía en la delicada coreografía que conlleva su preparación y ejecución.

Para un japonés, sin embargo, el Sado es una condensada y estilizada versión de la vida cotidiana.

"¿Cuál es la causa del sufrimiento, la causa de la vida, ya que negamos la existencia de un Dios que crea el universo? Ese concepto es lo que Buddha llama la zen.... Tenemos al principio sufrimiento, que viene a ser la zen. Y la zen produce la vida y la vida es forzosamente desdicha, ya que ¿qué es vivir? Vivir es nacer, envejecer, enfermarse, morir, además de otros males, entre ellos uno muy patético, no estar con quienes queremos."

Borges en Siete noches.

The Kano Shoju-an is an example of tea house located in the Southern extreme of the Philosophy Path, in Kyoto. A bridge over the water canal detaches the house from the outer world, while the simplicity of the materials and esthetics of the garden and architecture invite to meditation and serenity.

The tea ceremony or sadou is performed by a skilled maiko

in a special alcove called tokonoma, whose floor is made of stone, despite the fact that most of tokonoma are covered with tatami mats. The ceremony had its origins in the zen Buddhism and was widely developed by the samurai under the Warrior States period as a way of symbolize a constrast with the war affairs. Nowadays Japanese participate in tea ceremony as a symbol of their strong roots to their tradition.



VER TAMBIEN/SEE ALSO:

- ARQUITECTURA TRADICIONAL JAPONESA
/

TRADITIONAL JAPANESE ARCHITECTURE
- COSTUMBRES JAPONESAS/JAPANESE TRADITIONS
Festival de Fuego / Fire Festival (Kurama)

Bagdad


A veces, las únicas explicaciones razonables para la realidad se hallan en las dimensiones de lo metafórico. Por eso resulta tan apropiado usar como título la ‘ciudad del espejismo’, para la exposición dedicada a la arquitectura moderna en Bagdad diseñada entre la década de los cincuenta y de los ochenta, y que ha sido recientemente inaugurada en la sede del Colegio de Arquitectos de Cataluña.

Aproximarse a la historia de Bagdad supone sentirla tal vez como la presencia tangible, físicamente contemporánea, de esas ciudades míticas borradas de la faz de la tierra, devastadas por su propia maldición, alegorías de la sombra humana. La ciudad a lo largo de cuya historia se han alternado períodos de gran prosperidad y esplendor con los de los conflictos más sangrientos fue fundada con el nombre de Madinat al – Salam, ‘Ciudad de la Paz’ para enfrentarse a un destino de persistente destrucción y reconstrucción, de dolorosa incertidumbre sobre su realidad. Como si la ciudad fuese un frágil espejismo, todo su cuerpo susceptible de destrucción y olvido, en constante lucha contra la inexistencia.

La experiencia de Bagdad es la superposición de las imágenes de la ciudad real a las de la esa ciudad imaginada, espejismo, que contiene los elementos tradicionales y simbólicos que definen su identidad. Y esa identidad es la de la ciudad cuyo refinamiento y suntuosidad eran reflejo de una exquisita cultura, que le hizo ser entre los siglos IX y XIII el mayor centro intelectual del mundo y, a mediados del siglo XX un avanzado vergel de progreso en Oriente Medio. Esta muestra de proyectos construidos y no construidos, planeados durante los mandatos del rey Faisal II y de Sadam Hussein, constituye un cauce de introducción de profundo valor para dar inicio a un estudio en profundidad de la influencia occidental en Bagdad. Permite no sólo descubrir un fragmento muy desconocido de la historia de la arquitectura durante el siglo XX – apenas investigada por especialistas occidentales, mientras que los escritos en árabe realizados por expertos iraquíes han sido escasamente traducidos y editados- sino contribuir también a tirar por tierra el desconocimiento y las concepciones tergiversadas acerca de su identidad cultural, haciendo posible comprender otra historia y reconocer la fuerza de esa ciudad.

La modernidad arquitectónica penetró en Bagdad a partir de 1955, cuando la Oficina de Desarrollo Iraquí decidió emprender su transformación en una gran urbe y convocó a arquitectos occidentales para solicitarles el diseño de diferentes proyectos de planificación urbana así como equipamientos culturales y cívicos. Frank Lloyd, Wright, Le Corbusier, Walter Gropius, Alvar Aalto, Josep Lluís Sert, Willem M. Dudok o Constantinos A. Doxiadis desarrollaron proyectos que corrieron distinta suerte: algunos materializándose bajo la supervisión de sus autores o de manera póstuma; algunos no llegando nunca a ser construidos a causa de los diferentes avatares políticos que sacudieron Irak durante la década de los sesenta y setenta; otros bombardeados en los sucesivos conflictos y ocupaciones de las últimas décadas. Edificios que supusieron una influencia decisiva sobre los arquitectos locales para trazar las líneas de un lenguaje arquitectónico propio. La subida al poder de Sadam Hussein y su deseo de transformar en Bagdad en la capital de los Países No Alineados a comienzos de los años ochenta supuso reconcebir de nuevo la ciudad, convocando para ello a algunos de los principales representantes de la Posmodernidad, como Ricardo Bofill y Robert Venturi.

La exposición desvela edificios como la Embajada de Estados Unidos de Sert (1955-59), las Instalaciones Deportivas Sadam Hussein diseñadas por Le Corbusier (1955, concluido en 1983), la Sede de la Oficina de Desarrollo y Ministerio de Planificación (1958) de Gio Ponti, el Campus de la Universidad de Bagdad (1957) de Gropius, y los proyectos de Venturi y Bofill para la gran Mezquita Nacional de Bagdad, que aspiraba a ser la mayor mezquita del mundo musulmán.

Una cuestión crucial sobre ‘Ciudad del Espejismo’ es la decisiva intervención del azar en su gestación. Una serie de situaciones no buscadas suscitaron en Pedro Azara, su comisario, la curiosidad que le conduciría a hallar un legado arquitectónico que permite descubrir el otro rostro de un país, contando con el importante apoyo de Ignacio Rupérez, embajador de España en Bagdad. Ese hilo de casualidades, que nunca suceden fortuitamente y terminan culminando en un trabajo valioso –como lo es esta exposición- gracias al deseo de la inquietud intelectual que abre la disposición para encontrarlas, surgen como por algún designio en un momento de profunda crisis para los significados de la arquitectura marcado por la arquitectura perpetrada en los vecinos Emiratos Árabes por los petrodólares y la inescrupulosidad de bien conocidos arquitectos.

Si las situaciones por las que emergen ambas motivaciones de desarrollo urbano y arquitectónico en cada uno de sus momentos tendrían como punto de origen común la prosperidad económica brindada por el petróleo, la esencia y la resultados no podría estar en una oposición más diametral. El compromiso que movió a los arquitectos, tanto occidentales como iraquíes en el período que aborda la exposición se opone a la megalomanía y carencia de todo conocimiento y sensibilidad con la que se está construyendo y dando imagen a ciudades como Dubai o Abu Dhabi. El sueño moderno de Bagdad, desde sus escombros, nos lega el mensaje de que la visión que tuvieron aquellos maestros estaba ante todo sustentada por un sentir respetuoso en el cual subyacía una intención de comprender el lugar, la intensidad de su historia y la esencia transhistórica de su sueño urbano. Una lección de actitud contrapuesta a los delirios y la prepotencia de las estrellas del mundo actual.

“El 8 de abril de 2003, mientras las explosiones se intensificaban, veía desde el tejado de mi casa el fuego y el humo ascendiendo de todas partes, el sonido de los pesados vehículos militares acercándose a la ciudad, y todas las imágenes pasadas y presentes de Bagdad me vinieron a la cabeza, y me di cuenta de que si sobrevivía sería testigo de la formación de una imagen de la ciudad completamente nueva.- escribe la arquitecta Ghada Al Siliq, evocando su vivencia del último episodio sangriento de la historia de Bagdad: la invasión norteamericana apoyada en el argumento de las armas de destrucción masiva que supuso no sólo la muerte de miles de personas sino también la destrucción definitiva de una parte fundamental del inmenso patrimonio cultural iraquí, perteneciente a su vez a la humanidad.

Más allá de su importancia como investigación documental, el más profundo valor de Ciudad del Espejismo es su capacidad para incitarnos a pensar y sentir la idea de la impotencia de la arquitectura, en su destrucción como metáfora del dolor por la pérdida absolutamente irreparable de la vida y de la memoria, en poder conmovernos ante la masacre sufrida y la incertidumbre que se cierne sobre Bagdad, comprender estas palabras de Al Siliq: “La imagen del Bagdad de los últimos años más está más allá de cualquier expectativa. Más allá de lo que las palabras escritas puedan describir. Y la imagen del futuro es todavía vaga e indefinible

Por Fredy Massad y Alicia Guerrero Yeste
Publicado en ABCD las Artes y las Letras - Número 861

Ciudad del Espejismo. Bagdad, de Wright a Venturi
Comisariado: Pedro Azara
Del 10 de julio al 13 de septiembre
Col·legi d’Arquitectes de Catalunya, Barcelona (en octubre, en la Casa Árabe de Madrid)

Topofilia o la dimensión poética del habitar


Topofilia o la dimensión poética del habitar
Autor: Pontificia Universidad Javeriana
La actual pérdida de sentido y significado del habitar humano manifiesta, no sólo en la muy escasa reflexión al respecto sino, y sobre todo, en el posicionamiento de un discurso que, desde la globalización y su ideología neoliberal, reduce el hábitat humano a un problema de valor de cambio adscrito al tema de la oferta y la demanda que imponen las implacables leyes del mercado, hace necesario que nos preguntemos por el destino de nuestra sociedad y, más aún, por la naturaleza y significado de eso que Heidegger denominara nuestro modo humano de ser en el mundo.

Desde esta perspectiva, la presente reflexión pretende contribuir con la construcción de una fenomenología del habitar que parta de la comprensión del modo humano de “abrirnos espacio” y, en consecuencia, de ”hacernos un lugar”, pues es a fin de cuentas la comprensión de la relación que guardamos con el mundo, a través de los lugares que habitamos, la que nos permite entendernos en nuestra más honda naturaleza de “seres espaciantes”, esto es, de seres cargados de sentido en tanto que a través de nuestros diversos modos de espaciar (habitar) otorgamos sentido al mundo mismo.

Más de doce años de investigación y más de sesenta países visitados dejan constancia en éstas páginas de las muchas similitudes que tenemos pero, también, de la enorme diversidad de maneras en que a través de nuestra relación con el espacio habitado nos mostramos. He ahí la clave para entender, no sólo lo pequeño de este mundo sino su enorme riqueza en posibilidades de ser y de hacer; las cuales, antes que un motivo para combatir las diferencias, constituye una oportunidad para construir un mundo humano en el que otra globalización sea posible: la del respeto, la convivencia y la solidaridad. Un mundo en el que, reconociendo el planeta como nuestra casa común, asumamos la responsabilidad de cuidar y cultivar cada una de las pequeñas partes que de él ocupamos.

Por lo anterior, este libro resulta ser una invitación a entender que la filiación que hay con el mundo a través de los lugares (topos) en que vivimos, da forma y sentido a la propia naturaleza topo-fílica de el ser eminentemente humano y, en consecuencia, a una determinada forma de actuar en responsabilidad con la casa común en que habitamos; una forma de actuar que siguiendo a los griegos denominare Poiein pues a fin de cuentas, y tal como señalaba el poeta Holderlin: “Es poéticamente como el hombre habita el mundo”.


Topofilia o la dimensión poética del habitar

Carlos Mario Yory García
387 p., 16.5 x 24 cms, rústica
ISBN 9789586831124
Bogotá, Pontificia Universidad Javeriana – Colciencias, 2007.
E-mail: nicolas.morales@javeriana.edu.co

¿Se parece la arquitectura a Soylent Green?




A finales de los años 60 y hasta mediados de los 70 el cine de ciencia-ficción comienza a adquirir una dimensión sombría, quizá tratando de prevenirnos de que se avecinan 'malos tiempos para la lírica': 'El planeta de los simios' (Franklin J. Schaffner, 1968) o Soylent Green (Richard Fleischer,1973). Ambas giran en torno a la idea de un futuro circular, no concéntrico, sino engullido por el sumidero de nuestro propio fracaso.

Soylent Green posee la estructura tradicional del cine policiaco, encuadrado en un hipotético futuro no muy lejano. Protagonizada por Charlton Heston (oficial Thorn), que con la ayuda de un anciano Edward G. Robinson (Sol Roth), investiga el asesinato de un alto ejecutivo de la multinacional Alimentos Soylent, lo que los llevará a descubrir el terrible secreto que se esconde tras el producto que se ha convertido en el alimento básico de la humanidad: el Soylent Green.

Más allá de la lectura ecologista, la imagen del hombre agotado que se alimenta de la carroña del propio hombre deviene en metáfora del final de nuestras ideas.

Realmente, ¿estamos ante el fin de la arquitectura?; ¿se trata del agotamiento definitivo del pozo de las ideas, empobrecidas por la endogamia y la reutilización? Muchos tratan de encontrar respuestas alejadas de la abstracción. Respuestas del tipo "ya no quedan buenos arquitectos", "ya está todo inventado y sólo queda volver a lo pasado", "la culpa es del público, que compra cualquier cosa que se ofrece" o "si el público no pide más, no hay razón para buscar nuevas ideas, puesto que toda novedad implica un riesgo de perder clientes".

Sin embargo hay razones para sospechar de que se trata de algo más profundo, que nos encontramos ante un cambio esencial que afecta a nuestras relaciones con la materia y con las ideas, ante el cual aún no tenemos las respuestas y del que tan sólo podemos vislumbrar algunos de sus primeros efectos colaterales. Virilo reflexiona sobre este cambio y trata de explicarlo como un nuevo escenario en el que la materia, compuesta por masa y energía incorpora una nueva dimensión, la información. Mientras la masa está aún conectada con la gravedad y la materialidad, la información tiende a ser fugitiva…

Todo tipo de materia está a punto de desaparecer en favor de la información. Lo podemos ver también como un cambio de estética. Para mí, desaparecer no significa ser eliminado. Así como el Atlántico, que sigue ahí a pesar de que no podemos sentirlo cuando volamos sobre él. [...] Lo mismo pasa con la arquitectura: va a continuar existiendo, pero en estado de desaparición.

(Virilio entrevistado por Ruby, Beckmann, 1998).

Quizá esos primeros efectos colaterales de ese cambio aún más profundo sean los esbozados por Alvaro Míguez en 'El Fin de la Arquitectura'. La idea de una "materialidad que se desmaterializa", una noción que resulta paradójica: el esfuerzo de construir un objeto que lucha invariablemente por deshacerse de su propia constructividad. Míguez se queda en una explicación meramente formal, según la cual de alguna forma los caminos conceptuales y formales desarrollados por el diseño y la arquitectura contemporánea auspician su propia desaparición. Esta desaparición sería resultado de diferentes posturas que proponen la fragmentación, la desmaterialización y la estructuración biomórfica como conceptos principales del hacer constructivo, enfrentados al concepto constructivo tradicional.

Me resisto a creer, sin embargo, que esa crisis sea algo explicable simplemente desde una óptica formalista, representado por una arquitectura compleja o defragmentada cuya concepción ha facilitado sobremanera el empleo de la informática y las nuevas herramientas de visualización.

Míguez se queda en una explicación meramente formal, según la cual de alguna forma los caminos conceptuales y formales desarrollados por el diseño y la arquitectura contemporánea auspician su propia desaparición

Prefiero pensar, siguiendo las claves de Virilio, que nos encontramos en pleno ataque de masas de picnolepsia (enfermedad por la cual una persona se ausenta temporalmente de los espacios en un estado de abstracción patológica). Los azares tecnológicos habrían recreado las circunstancias desincronizantes de las crisis picnolépticas, puesto que 'lo que llega' posee tal adelanto sobre 'lo que pensamos', sobre nuestras intenciones, que jamás podremos alcanzarlo, ni conocer su verdadera apariencia.

Nos hallaríamos en un nuevo marco gobernado por una libertad que se permite al ser humano para inventar sus propias relaciones con el tiempo y así dejar paso a la potencia creadora de lo no visto y el poder de la ausencia. Una suerte de última escena de Until the End of The World (Wim Wenders, 1991), donde Solveig Dommartin queda abducida por una pantalla en la que visualiza sus propios sueños.


*Ángel Gil Bernaldo de Quirós es arquitecto.


*Para saber más:

  • VIRILIO, P. 1991. 'The Aesthetics of Disappearance. New York/Paris, Semiotex(e)'.
  • BECKMANN, J. (ed). 1998. 'The Virtual Dimension: Architecture, Representation, and Crash Culture'.
  • MÍGUEZ, A. 'El Fin de la Arquitectura'. Ensayo, 2007.

De que depende la arquitectura?



ARCHITECTURE DEPENDS
Jeremy Till
“Less is more.”
— Mies van de Rohe
“Less is a bore.”
— Robert Venturi
“Mess is the law.”
— Jeremy Till
Architecture depends — on what? On people, time, politics, ethics, mess: the
real world. Architecture, Jeremy Till argues with conviction in this engaging,
sometimes pugnacious book, is dependent on things outside itself. Despite the
claims of architects to autonomy, purity, and control, architecture is buffeted by
uncertainty and contingency. Circumstances invariably intervene to upset the
architect’s best-laid plans — at every stage in the process, from design through
construction to occupancy. Architects, however, tend to deny
this, fearing contingency and preferring to pursue perfection.
With Architecture Depends, architect and critic Jeremy Till offers
a proposal for rescuing architects from themselves: a way to
bridge the gap between what architecture actually is and what
architects want it to be. Mixing anecdote, design, social theory,
and raw opinion, Till’s writing is always accessible, moving freely
between high and low registers, much like his suggestions for
architecture itself.
The everyday world is a disordered mess, from which
architecture has retreated — and this retreat, says Till, is
deluded. Architecture must engage with the inescapable
reality of the world; in that engagement is the potential for
a reformulation of architectural practice. Contingency should
be understood as an opportunity rather than a threat. Elvis
Costello said that his songs have to work when played through
the cheapest transistor radio; for Till, architecture has to work
(socially, spatially) by coping with the flux and vagaries of
everyday life. Architecture, he proposes, must move from a
reliance on the impulsive imagination of the lone genius
to a confidence in the collaborative ethical imagination,
from clinging to notions of total control to an intentional
acceptance of letting go.
Jeremy Till is Dean of Architecture and Built Environment at the University of Westminster
and a partner at Sarah Wigglesworth Architects. Their projects include the pioneering
9 Stock Orchard Street (The Strawbale House and Quilted Office), winner of multiple
awards. He represented Britain at the 2006 Venice Architecture Biennale.
“A provocative declaration of war on utopia, powered by a fuel rich in social justice and
sharp humor. Architects, hide it from your clients and your students — it is an unusual
and explosive mixture that produces difficult questions like spores. With this book
Jeremy Till raises the starting price on all our discussions of architecture.”



— Paul Shepheard, author of What is Architecture? and Artificial Love
Polemics and reflections on how
to bridge the gap between what
architecture actually is and what
architects want it to be.
March
6 x 9, 272 pp.
22 illus.
$24.95T/£16.95 cloth
978-0-262-01253-9