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Memoria para olvidar


Por DIEGO FULLAONDO*

Hace unos días se presentó en público el que parece ser es el proyecto definitivo del memorial (y museo en esta última versión) dedicado a las víctimas del atentado terrorista del 11 de septiembre en la llamada Zona 0 de Nueva York. Michael Arad, junto con el arquitecto paisajista Peter Walker, son los responsables de la estructura general del entorno además del monumento del memorial propiamente dicho; el museo ha sido diseñado por estudio noruego Snohetta.

Propuesta de United Architects.

El desarrollo de toda la zona ha sido objeto de infinidad de iniciativas desde la terrorífica fecha en que nos despertaron brutalmente de nuestro ingenuo sueño de libertad y seguridad. Reflexiones sobre la ciudad vertical han convivido con el deseo de venganza, el recuerdo a las víctimas o la toma de conciencia de la debilidad del sistema democrático en su conjunto.

Por si esto fuera poco, las guerras de Afganistán y, sobretodo, Irak complicaron aun más el escenario global. Para algunos, demasiados, los posibles errores de la reacción occidental han sido ya más que suficientes como para compensar la acción que desencadenó todo el proceso. Con lo cual, supongo que quieren decir que ni memorial para las víctimas ni nada; a no ser que hagamos otro similar para los muertos iraquíes. Extraño mecanismo de simetría argumentativa. Y como casi todos aquellos fundamentados en este infantil equilibrio, bastante tonto.

En fin, yendo a lo estrictamente arquitectónico. Las propuestas para recuperar el pequeño pero profundo espacio vacío dejado por el atentado en Nueva York, se engloban en dos grandes grupos: el primero, al que pertenece el memorial-museo ahora presentado, destinado a recordar el acontecimiento; y el segundo, dirigido a devolver la actividad y la densidad socioeconómica a la zona.

Realmente, ha sido mucho más interesante el debate generado alrededor del segundo grupo de propuestas. En él, se ha cuestionado el modelo y la manera de afrontar la ciudad en altura en el futuro inmediato. Daniel Libeskind ganó el ambicioso concurso inicial, con un proyecto concebido con la importante carga simbólica característica de este judío norteamericano de origen polaco. Innumerables cambios derivados, en su mayor parte, de problemas de viabilidad y rentabilidad económica, hacen prácticamente irreconocible aquella solución primitiva. Triste pero lógicamente estos criterios crecen irremisiblemente en importancia a medida que nos alejamos de la fatídica fecha conmemorada.

Incluso nuestro omnipresente y todopoderoso Calatrava ha visto simplificado su proyecto de intercambiador de transportes para la zona por motivos presupuestarios. La cubierta del edificio ya no se moverá y no se abrirá tal y como tenía pensado el valenciano. Desde mi punto de vista, la solución realizada por un grupo de jóvenes arquitectos europeos asociados bajo el nombre de United Architects, entre los que figuraba el madrileño Alejandro Zaera y su FOA, fue sin duda alguna, la mejor de las presentadas a aquel concurso. Aplazando metáforas, simbolismos y sentimentalismos comprensibles pero estériles, centraron la discusión en el problema urbano-arquitectónico de fondo: la evolución de la ciudad vertical. Un enorme y denso entramado de torres apoyadas unas sobre otras para mejorar su comportamiento estructural y multiplicar sus posibilidades de utilización y evacuación, conformaban el único paso adelante posible en un Manhattan que, ya hace tiempo, había agotado el modelo del rascacielos tradicional. Máxima densidad y versatilidad con la mínima cantidad de estructura.

Monumento al Holocausto, Peter Eisenman.

El problema del monumento que recuerde a las víctimas está, evidentemente, mucho más cargado de emotividad. Resulta comprensible que la valoración de este tipo de proyectos se centre en su capacidad para provocar en el espectador un estado de ánimo determinado. Esta llamada exclusiva a lo emotivo tiene una consecuencia que dificulta mucho su análisis: es muy difícil emitir un juicio sin la experiencia física directa. El tren de la bruja dibujado no asusta a un niño; pero, ese mismo niño, una vez sentado en él, es posible que no sea capaz ni de abrir los ojos.

En cualquier caso, intentaré emitir mi titubeante opinión a priori. La propuesta Arad y Walker fue elegida entre los más de 5.200 diseños presentados a otro concurso convocado en el año 2003. Siguiendo una línea muy en boga últimamente, el proyecto pretende crear una isla verde de silencio y respeto, apartada de la vorágine de actividad diaria que la rodea, en la cual el visitante se encuentre con sus propios recuerdos. Para ello inunda la totalidad del ámbito con más de trescientos árboles, dejando libre solamente las huellas de las torres derribadas. Dos piscinas cuadradas de 10 metros de profundidad, rodeadas por cascadas de agua por sus cuatro lados, con los nombres de las 2.980 víctimas grabados en su perímetro, nos recuerdan el lugar preciso donde las torres gemelas tocaban la tierra.

Dejaré de lado la componente ecológico sostenible que, ¡asómbrense!, también se ha manejado para defender las virtudes de esta propuesta. En este caso me parece simplemente un chiste. Pero haré un par de consideraciones de otra índole: dada la pequeña escala del solar y la magnitud del entorno y la actividad frenética que lo rodea, me parece muy complicado obtener el idílico remanso de paz e introspección que parece buscarse en el diseño (además, no entiendo por qué, en los tiempos que corren, la única forma de rendir homenaje y respeto, tiene que ser con el silencio, bastante fariseo en la mayoría de los casos).

Siendo un poco rigurosos, las huellas de la planta de las torres, además de tremendamente obvias, aportan muy poco frente al monumento urbano tradicional, arco de triunfo o caballo de Espartero: un objeto, más o menos afortunado, plantado en medio de la ciudad, para ser contemplado por el que pasaba por allí. Los únicos matices diferenciales que aprecio en este caso, son que en lugar de un objeto, son dos; y que en lugar de mirar hacia arriba como es habitual, aquí hay que mirar hacia abajo (con todas las consideraciones subjetivas que se quieran atribuir a este hecho).

Propuesta para el Memorial del grupo FHE.

Mantener vivo el recuerdo de algo destacado no es tan sencillo como crear un pseudo-vacío (lleno de robles de 18 metros de altura) y colocar en el centro un par de fuentes con cascadas. El magnífico Monumento al Holocausto de Peter Eisenman en Berlín, parte de unas intenciones y contexto similares a las expuestas por los autores del memorial americano: isla para el recuerdo dentro de una ciudad desenfrenada. Y Eisenman demuestra que la obtención de este aparentemente sencillo objetivo, requiere manipulaciones del espacio urbano mucho más complejas. Ya no funciona un único objeto, o dos, ante el que el ciudadano se deba detener meditabundo. Nos obliga a todo un recorrido solitario ya que la anchura de los pasillos impide completamente caminar junto a otra persona; un paseo libre pero estrictamente delimitado, en el cual, sin querer, nos tenemos que enfrentar con nuestros propios pensamientos. Allí dentro de verdad se escucha el silencio y se siente una inquietud suavemente claustrofóbica que despierta nuestras conciencias adormecidas.

No me gusta hablar de mí mismo pero en este caso lo haré. Junto a un amplio grupo de amigos participé en aquel concurso para el memorial en el año 2003. Nunca tuvimos la menor ocasión de ganar nada, evidentemente, pero, dada la magnitud e importancia del acontecimiento, nos sentimos obligados a aportar nuestras ideas. Propusimos un memorial vivo y cambiante que fuera construido, destruido y reconstruido eternamente por los propios visitantes, colocando unas pequeñas piezas modulares en el lugar y posición que cada uno considerara oportuno. Nosotros nos limitábamos a concebir el sistema abierto que diera cabida a la memoria de cada individuo. Entendimos que era la única manera de construir la memoria viva de todos. Me gustó mucho hacer aquella propuesta.


*Diego Fullaondo es arquitecto y uno de los directores del estudio IN-fact arquitectura.

Arquitectura de pesadilla


  • ¿En qué se parecen 'Charlie y la fábrica de chocolate' y la Tupper Home de Jaque?

Por DIEGO FULLAONDO*

El domingo pasado vi con mis hijos 'Charlie y la fábrica de chocolate' de Tim Burton. Unos días antes había estado ojeando el último Croquis, 'Prácticas Arquitectónicas', en el que, con la exquisita pulcritud que maneja la revista, se mostraban las últimas producciones de algunos de los estudios españoles más reconocidos en la actualidad. En el homogéneo cocido arquitectónico de indudable calidad media, destacaban, como una stripper en un convento, las propuestas de Andrés Jaque. Mientras contemplaba los decorados del interior de la fábrica de chocolate de Willy Wonka, no pude evitar acordarme de la Tupper Home de Jaque.

El mundo de 'Charlie y la fábrica de chocolate', de Tim Burton.

Tres consideraciones con respecto a esta asociación que me han ofrecido las extrañas y desesperanzadas navidades que vivimos:

La primera y más obvia son las similitudes físicas entre el espacio recreado por uno y construido por el otro. Ambos transmiten la inquietante sensación de estar habitando el espacio de un sueño, un espacio verosímil pero irreal. Al igual que en 'Alicia en el país de las maravillas' de Carrol, las cosas están donde debían estar, pero un poquito desplazadas; o son ligeramente más grandes; o tienen un color demasiado intenso (saturado dicen ahora lo más modernos). El conjunto adquiere un aspecto reconocible y cotidiano, pero curiosamente artificial, que se adhiere a nuestra memoria como una garrapata.

Esta estrategia de deformación, malformación o hipertrofia de algún aspecto de la realidad es perfectamente válida y ha sido utilizada en infinidad de ocasiones a lo largo de la historia del arte y la ciencia. Sin embargo, cuando invade la totalidad de la obra, la lanza inexorablemente al territorio de lo onírico. El ejercicio de rellenar los agujeros negros que dejan nuestros sueños es extremadamente complejo. En demasiadas ocasiones, supongo que mediante algún mecanismo de regresión al útero materno que desconozco, se recurre a lo ingenuo, lo infantil o simplemente lo absurdo, como engrudo aglutinante de las perversiones soñadas que sí han conseguido viajar hasta nuestro yo consciente. Naíf es el pretencioso nombre con el que hemos denominado a todo este conjunto de actos fallidos y prescindibles con los que algunos han pretendido mostrar las profundidades del ser humano.

No creo que este sea el caso ni de Burton ni de Jaque. Aunque sí me parece entrever algunos tics recurrentes y cansados en sus obras, que precipitadamente interpretados empujan hacia una lectura demasiado ingenua de sus propuestas.

La 'Tupper Home' de Jaque.

La segunda tiene que ver con la fórmula mágica del cine del denostado mundillo de Hollywood: para tener auténtico éxito comercial hay que hacer películas para niños que gusten a los mayores. Formulación terrorífica por su crudeza, por su precisión y, desde un punto de vista más personal, por el lugar que nos reserva a los 'mayores'. Lo cierto es que un personaje aparentemente independiente del sistema, en algunos casos hasta contestatario, como Tim Burton, le ha cogido muy bien la medida a esta pócima del éxito.

Esta contradicción o paradoja, según se prefiera, también se produce en el ámbito de lo arquitectónico. Curiosamente, las propuestas de los arquitectos autodenominados 'outsiders' del sistema son mucho más sistemáticas y homogéneas en su desarrollo que aquellas que provienen de los aceptan humildemente su papel convencional en el engranaje social. Es sorprendente cómo el discurso que acompaña a la gran mayoría de los 'modernos' de la escena cultural responde a un patrón rabiosamente uniforme. Esta homogeneidad asusta, al menos tanto como el poder de la rueda oficialista.

Si recurrimos al humor, que ya sé que no es una actitud demasiado valorada entre las hordas modernas, podemos esbozar un telegráfico manual para la redacción de la memoria de un proyecto auténticamente en consonancia con nuestro tiempo:

  • Todo es política. La justificación y motivación profunda de todo acto debe ser política. De no ser así, el acto debe considerarse superficial y gratuito y por lo tanto deleznable. Toda actividad humana debe dirigirse a la construcción de una sociedad más democrática, igualitaria y participativa (a partes iguales, claro). No se suele explicar con demasiada claridad en qué medida y de qué forma la reforma de, por ejemplo, un cuarto de baño puede recoger estos conceptos, pero es igual, deberá hacerlo (o decir que lo hace).
  • La respuesta a todos los problemas está en la ecotecnología. Una adecuada combinación de estos dos factores (se permiten ligeras variaciones en la dosificación de uno y otro), garantiza la obtención de resultado plenamente satisfactorio para la sociedad, al mismo tiempo que tranquiliza la conciencia culpable del autor.
  • Por último y no menos importante: hay que ponerle un nombre rarito a aquello que se ha hecho. Pegadizo y ocurrente. Puede ser una buena estrategia la utilización del inglés, por aquello de internacionalizar el producto. La aliteración tampoco funciona mal. O los acrónimos. O… En fin, cualquier cosa que garantice que el nombre quedará grabado en la memoria del receptor, por supuesto independientemente de su contenido real.

Afortunadamente, la calidad de los resultados de este tipo de discursos está con frecuencia muy por encima de aquello que parecían anunciar. Eso nos salva por el momento.

Una escena de 'Charlie y la fábrica de chocolate'.

Hay un aspecto final que sí me parece pertinente destacar de muchas propuestas (todavía mayoritariamente sólo eso) que se están realizando desde algunos estudios de arquitectura jóvenes y brillantes. Más allá de nuevos mundos soñados o de pensamientos únicos que supuestamente cuestionan el sistema. La mayoría de ellas lanza una imagen de ligereza y provisionalidad que choca frontalmente con los conceptos de estabilidad y permanencia característicos de la arquitectura. Es muy cierto que en ocasiones contemplo Palacios de Congresos o Museos de Arte Contemporáneo recién inaugurados y me invade la sensación de estar frente al Partenón griego. Limpios, puros y eternos. Hay una extraña contradicción profunda entre esta forma de entender la arquitectura y los tiempos veloces y sostenibles que recorremos. Demasiada masa, demasiada inercia, demasiada energía, para obtener un resultado puede que hermoso, pero definitivamente mínimo en relación con los medios que utiliza.

La crisis actual no hace sino acentuar esta sensación de lujo injustificable de la arquitectura. Caminamos hacia tiempos de precariedad. Intuyo que la imagen de la arquitectura del futuro se aproximará efectivamente a lo ligero y provisional como preconizan los estudios más vanguardistas. Pero, más por motivos de falta de recursos físicos reales que por otro tipo de consideraciones universales.


* Diego Fullaondo es arquitecto y uno de los directores del estudio IN-fact arquitectura.

Espacios frágiles y diagramas tridimensionales

Por MARÍA A. SALGADO DE LA ROSA*

En mi modesta búsqueda de información sobre los límites materiales del espacio, he tropezado casi sin quererlo con el concepto de fragilidad aplicado a la arquitectura. Estrictamente hablando, se define como frágil aquello que es débil por naturaleza o que tiende a romperse con facilidad. Esta definición que resulta antagónica respecto de las propiedades materiales de la arquitectura, se presenta, sin embargo, como una cualidad no exenta de belleza y fascinación, que puede incluso resultarnos ciertamente exótica cuando recordamos los paneles de arroz con los que se compartimenta el espacio en la arquitectura tradicional japonesa.

Hablo de tropiezo porque cuando más estudiaba las nuevas propuestas inmateriales de la nueva arquitectura, más tendía a separar las propiedades fisiológicas o psicológicas del espacio de las materiales, cuando en realidad dicha frontera es difusa.

Digamos que tuve esta revelación al visitar la exposición titulada 'Frágil' que se exponía en el Museo de Arte Contemporáneo Esteban Vicente de Segovia. A través de una selección de obras pertenecientes a doce artistas contemporáneos de distintas edades, se trataba de hacer notar la fuerza estética de lo delicado. Pero por encima de todo esto, lo que realmente llamaba la atención era la capacidad que parecían poseer dichas obras para transformar el espacio en el que estaban situadas.

Stalk Room. Proyecto de instalación del artista Andy Goldsworthy para la exposición 'Frágil'.

Con la instalación Stalk Room, construida expresamente para esta exposición, el artista Andy Goldsworthy divide la gran sala en la que se sitúa con una estructura realizada a base de finos tallos de enea que se unen mediante espinas de endrino. Dicha estructura se presenta como un tabique de gran ligereza que, ajustado a las paredes laterales de la sala, va de suelo a techo dejando como único hueco de paso posible un círculo en su parte central. Hueco imposible de traspasar si no es mediante un salto propio de un acróbata de circo.

La sala provista de dos entradas distintas situadas en extremos opuestos, permite que el visitante pueda acceder a ambos lados de la misma a pesar de que la trama de Goldsworthy nos impida el paso, para así contemplar la totalidad de la sala desde dos puntos de vista distintos.

A corta distancia, la estructura es de una fragilidad que asusta. Cualquier leve movimiento puede hacer que caiga conquistando así la totalidad de un espacio que solo se había perdido en su recorrido físico.

Instalación Sin título (construcción en ángulo recto), del artista americano Fred Sandback, 1987.

La obra de Goldsworthy no es la única que llama la atención por la capacidad de transformación de un espacio. Las estructuras a base de hilos del americano Fred Sandback, deberían interesar especialmente a los arquitectos ya que traslada al espacio físico conceptos propios del plano y el dibujo de la arquitectura. Los hilos son asimilables a la línea, mientras que suelos y paredes son el plano.

Sandback construye dibujos de arquitecturas, adaptándose a las características de las salas y valiéndose de la fuerza del color. La capacidad de crear y transformar un espacio mediante hilos es la misma que cuando se trazan líneas deliberadamente en un dibujo; ambas son arquitectura.

Pero sin duda para mí, el mayor descubrimiento en términos de experimentación espacial ha sido la obra del artista de origen alemán Gego. Hija de judíos alemanes huidos a Venezuela durante la represión nazi, Gego (Gertrud Goldschmidt) logró terminar sus estudios de arquitectura en Caracas llegando incluso a trabajar como arquitecto por unos meses.

Volcada en su trabajo como diseñadora, Gego comenzó a trabajar en lo que sería el núcleo central de su obra, la retículas ambientales. Obsesionada con conceptos como la traslación de la línea y el plano al espacio tridimensional, la relación entre mapa y diagrama y otros términos más relacionados con la materia como la unión entre piezas y la transición entre formas, la obra de Gego especialmente sus retículas, nunca llegaron a desprenderse de su aprendizaje como arquitecto.

Instalación en el centro Simón Bolívar Parque Central titulada Cuerdas, de la artista Gego en Caracas, 1972.

Las retículas de Gego, en apariencia ligeras y frágiles pero con una presencia imponente, son capaces de dominar y alterar la percepción espacial desde la presencia de la ausencia. Estas instalaciones resultan más actuales que nunca y suponen en sí mismas un ejercicio diagramático potentísimo. De hecho, algunas de sus retículas se asemejan a muchos proyectos de arquitectura que se desarrollan en la actualidad, especialmente cuando aparecen representados mediante estructuras alámbricas en una pantalla de ordenador.

Giles Deleuze definió que el diagrama ya "no era tanto un objeto auditivo o visual sino un mapa, una cartografía extensiva al ámbito social". Según él, las Reticulárea de Gego bien podrían considerarse diagramas, con lo cual no podría estar más de acuerdo.


* María Asunción Salgado de la Rosa es doctora en Arquitectura.

El triángulo que puede hacer sombra a la torre Eiffel

Un triángulo de 180 metros se levantará al sur de París, en la Puerta de Versalles, para albergar un centro de congresos, de reuniones, oficinas y un hotel dentro del parque de exposiciones. Los suizos Herzog & de Meuron se han atrevido con un edificio triangular que cambiará el skyline de la ciudad y que es la primer gran edificio que ha presentado el alcalde de París, Bertrand Delanoë.

En París no se construye en altura. Para mantener la silueta de la ciudad y respetar la hegemonía de la torre Eiffel, que mide 324 metros, la ciudad gala cuida de que no se construyan rascacielos, más cuando la torre de Montparnasse, obra de Roger Saubot e inaugurada en 1973, generó muchísima polémica por rivalizar con la torre Eiffel y distorsionar un paisaje urbano neoclásico.

Ahora son los arquitectos suizos los que lanzan un órdago a la estructura de hierro que domina París desde 1889, lo que puede originar polémica ya que, aunque mide 144 metros menos que la torre Eiffel, su forma de triángulo equilátero puede eclipsar a la vieja dueña del skyline parisino. El triángulo de Herzog & de Meuron se encuentra, no obstante, en las afueras de París y no afectará tanto a las vistas de la ciudad como la torre Montparnasse, que se alza con sus 209 metros en pleno centro. Esta torre es el rascacielos más alto de Francia. Bueno, eso será hasta que se finalice el proyecto de la Défense en donde Jean Nouvel construye una torre de 300 metros.

Las ferias: la belleza de lo efímero

Por JAVIER BONED PURKISS*

Las ferias de las ciudades, entendidas como su festejo anual más importante, suelen darse en grandes extensiones urbanas, que se engalanan espléndidamente para tal fin, durante un intervalo de tiempo de escasa duración (en el caso de Málaga, una semana). Durante este intervalo reciben miles de visitantes, permaneciendo el resto del año inactivas. La única misión pues de estas grandes áreas de suelo urbano será el de servir de escenario al festejo anual más importante de la ciudad, su máximo exponente de diversión y ocio.

Con un claro origen comercial en las ferias de ganado, estos enormes recintos se conforman como una auténtica ciudad análoga a la existente, con vida y carácter propios. Acogen a miles de personas en un trazado de tipo ortogonal de calles y manzanas, donde las múltiples expresiones de toda la sociedad civil se muestran, a través de la consabida caseta, en una especie de delirio compartido de bebida, comida y baile. En esas casetas se produce el continuo intercambio, construcciones ligeras donde encontrarse, cada una con su personalidad interior.

En el caso de Málaga, esta ciudad efímera y enorme tiene un marcado carácter nocturno, siendo el centro histórico de la ciudad el que protagoniza la feria durante la jornada diurna. Las calles céntricas también se engalanan y se protegen de las altas temperaturas con enormes toldos, para convertirse en una gran taberna y escenario de baile.

Lo que parece cierto es que la extensión dedicada a la feria nocturna es mayor cada año, y los equipamientos necesarios al efecto (higiénico, sanitario, transporte, policía y vigilancia, etc.…) cada vez más importantes. El «real de la feria» se convierte así en ese espacio (¿urbano?) de carácter festivo, «ciudad invisible» (a lo Italo Calvino), durante once meses y tres semanas, y lugar para el ensueño y el delirio hedonista durante siete largos días.

Esta manifestación festiva es la que denota marcadamente el carácter de los habitantes de la ciudad, su organización, sus matices, su estructura, con su imagen siempre barroca y recargada. Resulta innegable que el barroco es el estilo al que se aferra siempre la manifestación espontánea de lo andaluz, en este caso a través de miles y miles de bombillas agrupadas en formas que figuran arquitecturas eclécticas, herederas siempre de las arquitecturas similares del siglo XIX, llenas de referencias clásicas, y de un carácter monumental tan del gusto del ciudadano medio.

Cabría siempre recordar, en este sentido, aquella famosa obra del arquitecto Robert Venturi, «Aprendiendo de Las Vegas», donde se producía una genuina y profunda reflexión sobre las escasas posibilidades de trascendencia de la elitista arquitectura abstracta, volumétrica, tectónica, frente a la popularidad y la fuerza de lo efímero, lo virtual, el «tinglado decorado» que representaban los carteles y fachadas iluminadas de Las Vegas. Se nos hacía ver, desde la más actualizada y radical teoría de los signos, como la expresión de la arquitectura, nuestra percepción de la misma en una sociedad posindustrial y del espectáculo, estaría desde ese momento ligada más a una realidad virtual, efímera y cambiante que a unos valores obsoletos de eternidad, plástica y monumentalidad.

Me pregunto si en las ferias no ocurre lo mismo, y la arquitectura abandona el territorio de la construcción duradera para consagrarse al rito popular de lo efímero, a un uso y disfrute intenso y generalizado del pueblo que comparte esa corta duración sin que importen otro tipo de valores.

El dilema, ya lo habrán adivinado, está servido. ¿Puede permitirse el lujo cualquier ciudad de tener estas grandes extensiones, generalmente muy bien situadas, sin utilizar durante trescientos cincuenta y ocho días al año? ¿Se debe hacer algo para que ese suelo no parezca una ciudad–fantasma durante ese largo periodo? Pocos alcaldes resistirán un debate sobre el tema, pues resulta palmario que a pesar de esas condiciones fantasmagóricas y de abandono que se dan en casi todos los recintos feriales, los malagueños saben que esa zona de la ciudad es su mundo, el pequeño universo donde las miles de bombillas serán escenario de sus desinhibiciones, y donde la esencia de su carácter mediterráneo tendrá cada año su sentido.

Si la popularidad de la arquitectura de la ciudad ha llegado a tener un carácter tan efímero, es que Venturi tenía razón, y lo tectónico ha perdido hace mucho tiempo la batalla con lo virtual. Y esto tan sólo con bombillas y edificios de cartón piedra, sin entrar todavía en el ámbito de la pantalla líquida. La feria digital parece que todavía no se ha manifestado, al menos por estas latitudes.

* Javier Boned Purkiss es doctor arquitecto y uno de los miembros de la incipiente escuela de Málaga.

¿Se parece la arquitectura a Soylent Green?




A finales de los años 60 y hasta mediados de los 70 el cine de ciencia-ficción comienza a adquirir una dimensión sombría, quizá tratando de prevenirnos de que se avecinan 'malos tiempos para la lírica': 'El planeta de los simios' (Franklin J. Schaffner, 1968) o Soylent Green (Richard Fleischer,1973). Ambas giran en torno a la idea de un futuro circular, no concéntrico, sino engullido por el sumidero de nuestro propio fracaso.

Soylent Green posee la estructura tradicional del cine policiaco, encuadrado en un hipotético futuro no muy lejano. Protagonizada por Charlton Heston (oficial Thorn), que con la ayuda de un anciano Edward G. Robinson (Sol Roth), investiga el asesinato de un alto ejecutivo de la multinacional Alimentos Soylent, lo que los llevará a descubrir el terrible secreto que se esconde tras el producto que se ha convertido en el alimento básico de la humanidad: el Soylent Green.

Más allá de la lectura ecologista, la imagen del hombre agotado que se alimenta de la carroña del propio hombre deviene en metáfora del final de nuestras ideas.

Realmente, ¿estamos ante el fin de la arquitectura?; ¿se trata del agotamiento definitivo del pozo de las ideas, empobrecidas por la endogamia y la reutilización? Muchos tratan de encontrar respuestas alejadas de la abstracción. Respuestas del tipo "ya no quedan buenos arquitectos", "ya está todo inventado y sólo queda volver a lo pasado", "la culpa es del público, que compra cualquier cosa que se ofrece" o "si el público no pide más, no hay razón para buscar nuevas ideas, puesto que toda novedad implica un riesgo de perder clientes".

Sin embargo hay razones para sospechar de que se trata de algo más profundo, que nos encontramos ante un cambio esencial que afecta a nuestras relaciones con la materia y con las ideas, ante el cual aún no tenemos las respuestas y del que tan sólo podemos vislumbrar algunos de sus primeros efectos colaterales. Virilo reflexiona sobre este cambio y trata de explicarlo como un nuevo escenario en el que la materia, compuesta por masa y energía incorpora una nueva dimensión, la información. Mientras la masa está aún conectada con la gravedad y la materialidad, la información tiende a ser fugitiva…

Todo tipo de materia está a punto de desaparecer en favor de la información. Lo podemos ver también como un cambio de estética. Para mí, desaparecer no significa ser eliminado. Así como el Atlántico, que sigue ahí a pesar de que no podemos sentirlo cuando volamos sobre él. [...] Lo mismo pasa con la arquitectura: va a continuar existiendo, pero en estado de desaparición.

(Virilio entrevistado por Ruby, Beckmann, 1998).

Quizá esos primeros efectos colaterales de ese cambio aún más profundo sean los esbozados por Alvaro Míguez en 'El Fin de la Arquitectura'. La idea de una "materialidad que se desmaterializa", una noción que resulta paradójica: el esfuerzo de construir un objeto que lucha invariablemente por deshacerse de su propia constructividad. Míguez se queda en una explicación meramente formal, según la cual de alguna forma los caminos conceptuales y formales desarrollados por el diseño y la arquitectura contemporánea auspician su propia desaparición. Esta desaparición sería resultado de diferentes posturas que proponen la fragmentación, la desmaterialización y la estructuración biomórfica como conceptos principales del hacer constructivo, enfrentados al concepto constructivo tradicional.

Me resisto a creer, sin embargo, que esa crisis sea algo explicable simplemente desde una óptica formalista, representado por una arquitectura compleja o defragmentada cuya concepción ha facilitado sobremanera el empleo de la informática y las nuevas herramientas de visualización.

Míguez se queda en una explicación meramente formal, según la cual de alguna forma los caminos conceptuales y formales desarrollados por el diseño y la arquitectura contemporánea auspician su propia desaparición

Prefiero pensar, siguiendo las claves de Virilio, que nos encontramos en pleno ataque de masas de picnolepsia (enfermedad por la cual una persona se ausenta temporalmente de los espacios en un estado de abstracción patológica). Los azares tecnológicos habrían recreado las circunstancias desincronizantes de las crisis picnolépticas, puesto que 'lo que llega' posee tal adelanto sobre 'lo que pensamos', sobre nuestras intenciones, que jamás podremos alcanzarlo, ni conocer su verdadera apariencia.

Nos hallaríamos en un nuevo marco gobernado por una libertad que se permite al ser humano para inventar sus propias relaciones con el tiempo y así dejar paso a la potencia creadora de lo no visto y el poder de la ausencia. Una suerte de última escena de Until the End of The World (Wim Wenders, 1991), donde Solveig Dommartin queda abducida por una pantalla en la que visualiza sus propios sueños.


*Ángel Gil Bernaldo de Quirós es arquitecto.


*Para saber más:

  • VIRILIO, P. 1991. 'The Aesthetics of Disappearance. New York/Paris, Semiotex(e)'.
  • BECKMANN, J. (ed). 1998. 'The Virtual Dimension: Architecture, Representation, and Crash Culture'.
  • MÍGUEZ, A. 'El Fin de la Arquitectura'. Ensayo, 2007.

Teatros Canal, un edificio 'tres en uno'

Por DIEGO FULLAONDO*

La crisis me ha devuelto una agradable sensación olvidada hace mucho tiempo: la felicidad del fin de semana. Supongo que al igual que muchos profesionales liberales, la posibilidad de organizar nuestro propio tiempo con pocas limitaciones, deriva con frecuencia en minimizar las diferencias reales entre la actividad de la semana laboral y los teóricos dos días de descanso. Es el lado oscuro que se esconde detrás de la ambigua expresión "¡es que a ti te gusta tu trabajo!", que nunca sé como tomarme. Según el emisor y el tono, puede ir desde el piropo hasta el insulto.

La semana pasada fue sencillamente insoportable. En casa, en el trabajo, en la calle, el bombardeo constante y creciente de noticias y opiniones sobre de la crisis, ha sido, no ya denominador común, sino contenido único de cada segundo de nuestras vidas. Nunca un fantasma tuvo un ascenso tan vertiginoso y generalizado. Me río yo ahora de la religión, del fútbol o del crispado debate político.

Pero milagrosamente, como en el cuento de Dickens se presentaba el espíritu de la Navidad para salvar a Mister Scrooge, el viernes apareció para nosotros el espíritu del fin de semana. En este caso no tuvo que mostrarnos el pasado, el presente y el futuro para sacarnos de nuestro autodestructivo estado. Bastó con que redujera el caudal del aluvión informativo, para que cada uno recordara quién era antes de la homogeneizadora crisis económica.

Yo he hecho tres cosas de aquellas que antes me gustaban y que me han producido una satisfacción insospechada, imagino que como justo contrapunto a la agotadora semanita. Leer una novela, ver una película y visitar un edificio. La novela, After Dark de Haruki Murakami. La película, 'Quemar después de leer' de los hermanos Coen. Y el edificio los 'Teatros Canal', de Juan Navarro Baldeweg. Recomiendo fuertemente esta terapia de darle gusto al cuerpo, como cada uno considere conveniente, como solución temporal, y puede que definitiva, a la crisis dichosa. Algunos considerarán esta actitud como ingenua. Es posible. Pero es fruto de la desesperación: cinco días han terminado con mi capacidad para vivir exclusivamente según los dictados de una sombra amenazadora, invisible e impredecible.

Es posible que en otra coyuntura no hubiera hablado tan extensamente de este último edificio de Juan Navarro en Madrid. Pero las coincidencias también tienen derecho a existir, y su valor curativo con mi estado de ánimo me obliga sin duda a un comentario. En primer lugar aplaudo la posibilidad que han abierto los responsables del Canal de Isabel II de visitar el edificio coincidiendo con la Semana de la Arquitectura, antes de su puesta en funcionamiento definitiva (sé que ha realizado una inauguración oficial con una obra de Nacho Cano, pero, lamentablemente, eso está al alcance de pocos). Algo parecido ya se hizo con la ampliación del Prado de Moneo, y, más allá de otras consideraciones, es muy positivo intentar acercar una disciplina tan hermética como la nuestra al público en general.

El proyecto tiene una larguísima historia. Su último episodio (confiando en que Boadella no la arme a última hora) fue el intento de linchamiento público del arquitecto acusándole de desviaciones de plazo y presupuesto. Gracias a Dios, Navarro salió airoso de ese último trance y pudo terminar su obra tal y como la proyectó. El expediente, como gusta llamar la administración a cualquier actividad, consista ésta en segar el césped o en componer una sinfonía, parte de un concurso en el año 2000. Juan Navarro gana con una propuesta que divide el ambicioso programa de necesidades previsto en tres grandes bloques, de manera muy clara y manifiesta al exterior: el teatro principal, el teatro configurable y el centro de danza. He de decir que, en su momento, me interesaron más algunas propuestas con una imagen más unitaria y singular. Como aquella gruesa línea de cornisa quebrada de González y Gallegos, que se adaptaba al programa al que daba respuesta en cada punto. Me equivocaba. Uno de los mayores aciertos de los Teatros Canal ahora finalizados, es la delicada pero rotunda fragmentación concebida por Navarro.

Urbanísticamente, soluciona con gran habilidad la implantación de una enorme dotación como ésta, en una esquina entre las calles de Bravo Murillo y Cea Bermúdez. Amplía progresivamente el espacio urbano a medida que nos acercamos al vértice, sin recurrir a falsas y forzadas axialidades ni a entradas monumentales. Los volúmenes extremos de color rojo y negro respectivamente, centro de danza y teatro configurable, establecen la continuidad con las fachadas urbanas de las dos importantes calles madrileñas para, a continuación, plegarse y esculpirse hacia el interior del solar, generando las grietas por las que nos colamos en todo el complejo. Como resultado aparecen dos pequeñas plazas en los espacios intermedios situados entre los tres cuerpos principales, formando los accesos, sin necesidad de interferir ni modificar los otros ritmos y actividades de este singular punto de la ciudad.

Con este esquema director tan claro, se adivina un funcionamiento futuro del edificio extremadamente sencillo y versátil. El conjunto puede funcionar como un todo o como tres unidades totalmente independientes. Representaciones y ensayos pueden producirse incluso de forma simultánea, sin interferencias entre unos espacios y otros. Toda la fachada a la calle Cea Bermúdez se ha convertido en un amplio, alargado y serpenteante vestíbulo acristalado de varias plantas de altura, al que el público puede acceder por diversos puntos. Con su deambular por esta cuidada y sutil transición entre el exterior y las salas interiores, los espectadores se convertirán sin saberlo en los actores del auténtico espectáculo urbano observado el ciudadano que camina por la calle.

Y finalmente están las salas de representación propiamente dichas: el teatro principal y la sala configurable. Se reconoce claramente la enorme destreza plástica del arquitecto/pintor/escultor en estos dos interiores. En particular su dominio de un recurso injustamente denostado con frecuencia: el color. Rojo para la principal y verde para la configurable. Clásica y contenida la primera e intensamente contemporánea la segunda. Los petos de entreplanta y palcos convertidos en una gran luminaria programable son la única licencia que se permite Navarro en la sala principal. En la segunda, sin embargo, todo es móvil, todo es adaptable. Toda la sala respira un aire industrial, de maquinaria esperando a ser puesta a punto para cada representación: la escena se puede desplazar en casi cualquier dirección del espacio; los asientos que se esconden bajo el suelo; los petos de la galería superior se realizan con una fina malla grapada que parece desaparecer al bajar la intensidad de la luz. Lo cierto que en esa sala tuve la sensación viva de estar simultáneamente en el Shakespeare Globe de Londres y en la Cúpula del Trueno de Mad Max III.

En definitiva, un muy buen edificio, concebido y realizado para la ciudad, para esa esquina y ese programa. Sin gestos grandilocuentes y egocéntricos que con demasiada frecuencia enmascaran vacíos de contenido realmente dramáticos (trágicos más bien). Pero al mismo tiempo rotundo y decidido, sin esconder bajo el manto cobarde del respeto a la tradición y lo existente, la ausencia total de ideas. Que, si se me apura, es aún más habitual.

PD: Como oferta en estos tiempos de crisis otra recomendación de María Fullaondo. En este caso, me temo que para un público más especializado: el artículo de Fredy Massad en el suplemento cultural del ABC del domingo, 'Todos quieren ser campeones'. No estoy siempre de acuerdo con el autor, pero su crónica y crítica de la última reunión de arquitectos en Barcelona supuestamente debatiendo sobre el estado de la praxis arquitectónica, es mucho más que recomendable.

*Diego Fullaondo es arquitecto y uno de los directores del estudio IN-fact arquitectura.

Insolación

Por MARÍA A. SALGADO DE LA ROSA*

Entre las obsesiones de los arquitectos y urbanistas encargados de los grandes desarrollos de vivienda de las ciudades pioneras en la Revolución Industrial, estaba el generar un mayor intercambio entre las estancias interiores de las viviendas y el ambiente exterior.

En la película Sunshine, un astronauta de la nave Icarus II se recibe un baño de luz solar.

No sólo se trataba de evitar la inhalación nociva de los humos de cocinas y chimeneas, sino también de impedir la propagación de epidemias en condiciones de máximo hacinamiento, como las que se daban en las ciudades. En aras de una mayor salubridad, el sol jugó un papel muy importante al identificar los médicos soleamiento con salud.

No es que la arquitectura de épocas anteriores hubiera permanecido ajena a los aspectos volumétricos y espaciales de la luz natural, sino que, desde ese momento, el sol en todas sus facetas se convirtió en objeto central de la arquitectura, muchas veces sin quererlo.

Cuántos análisis sobre arquitectura y luz ha dado la crítica de arquitectura desde el movimiento moderno. Tantos como estudios sobre la obra de arquitectos cuyas construcciones podían ser leídas a través de la luz, penetrando por sus huecos, o qué carácter le confería la iluminación ambiental que lo rodeaba. En definitiva, odas a la luz difusa nórdica y epopeyas de la intensa luz mediterránea.

En todos estos escritos, daba la impresión de que la arquitectura se adaptaba a unas cartas ya repartidas, las de las propiedades de su propio sol. El arquitecto proponía y el sol disponía. La luz eléctrica o luz del hombre poco tenía que decir al respecto... hasta el siglo XXI.

El motivo por el que comencé a reflexionar sobre el tema surgió al investigar, por pura casualidad, diversas informaciones y propuestas todas ellas relacionadas con la luz del sol y la arquitectura.

'Tomando el sol' bajo la luz abstracta del Proyecto Perpetual (Tropical) Sunshine, instalado en Lyon, 2005-2008.

Por un lado, preparando una conferencia sobre Cine y Arquitectura, decidí analizar las ambientaciones de la película del británico Danny Boyle Sunshine (2007), una cinta de ciencia ficción con grandes dosis de verosimilitud. En esta película, un grupo de astronautas realizan una misión suicida para hacer estallar una carga nuclear en un sol moribundo, con el fin de salvar a la humanidad de un mundo glacial. Más allá de cualquier otra moralina pseudo-ecológica, la cinta ponía de manifiesto la dependencia psicológica y fisiológica de los rayos del sol para el ser humano.

Por otro, en un artículo del dominical de El país del pasado 28 de septiembre, los científicos vaticinaban como terminaría nuestro planeta dentro de miles de millones de años, con un sol gigantesco que engullirá a una tierra ya yerma por la ausencia del CO2, (sí, sorpresa, moriremos cuando se nos acabe el dióxido de carbono, cuyas concentraciones a pesar del efecto invernadero, son bajísimas si las comparamos con los periodos anteriores a la aparición del primer homínido).

Según todas las previsiones, el sol ha incrementado su energía en un 33% y la tendencia es que se haga cada vez más caliente.

Y si esto ya se sabe, ¿por qué se siguen realizando propuestas de futuro que anuncian la agonía de nuestro sol? La respuesta no puede ser otra que el miedo.

No es sólo que nuestra existencia dependa de él, sino que no podemos concebir una vida en la que se nos racionen ciertas dosis mínimas de soleamiento.

Acerca de este tema, nos llegan desde Suiza dos reflexiones en forma de propuesta arquitectónica. La primera es el proyecto Diurnisme del arquitecto Philippe Rahm, presentado en 2007 en el Centro Pompidou de París. La segunda, de la mano del equipo suizo Fabric, se titula Perpetual (Tropical) Sunshine, y se plantea como una instalación de arquitectura en espacio urbano.


Proyecto Diurnisme, del arquitecto suizo Philippe Rahm & Associates. Centro Pompidou de París, 2007.

El proyecto Diurnisme se plantea como la reproducción de las condiciones nocturnas en presencia de luz artificial perpetua. Resulta muy interesante la reflexión de partida que realiza el arquitecto para desarrollar su propuesta y que nos devuelve a la Revolución Industrial.

Rahm se basa en los estudios sociológicos que se realizaron cuando, a lo largo del siglo XIX, se instaló la luz eléctrica en las ciudades.

El principio generador del alumbrado eléctrico pretendía 'crear día durante la noche'. Pero un proyecto que a priori sólo habría de traer ventajas, ocasionó nuevas patologías a sus habitantes, como el insomnio, a la vez que motivó nuevos comportamientos que hoy perduran, como el noctambulismo.

En este sentido, Rahm se propone reinventar la noche como una extensión artificial de la mañana, reproduciendo físicamente las condiciones de la noche durante el día solar. Esto se consigue en una sala con luz artificial con longitud de onda superior a 600 nanómetros, que es percibida por los ritmos de la melatonina como niveles de noche real.


Proyecto Perpetual (Tropical) Sunshine, del equipo de arquitectos Fabric. Instalación en Lyon, condiciones nocturnas, 2005-2008.

En contraposición a esto, el equipo Fabric, plantea en su proyecto Perpetual Sunshine una arquitectura climática temporal que emite luz y calor. Mediante una pantalla compuesta de varios cientos de luces infrarrojas, son capaces de recrear las condiciones lumínicas y de temperatura de los rayos del sol situados en el paralelo 23 del hemisferio sur.

Este proyecto se define como una arquitectura desplazada en el espacio, en términos de tiempo y clima, que permite a sus usuarios disfrutar de un viaje virtual por el Trópico de Capricornio. Mediante instalaciones como ésta, se permite recuperar los espacios comunes de la ciudad y la ocupación de las terrazas de los cafés en situaciones de clima adverso.

El sol vuelve a estar presente como protagonista en estas propuestas. Sin embargo, ambos proyectos, a pesar de ser arquitecturas que convierten el sol en sujeto de su planteamiento, ya no dependen de él. Se valen de sus propiedades para encontrar nuevas vías de experimentación ambiental, de nuevo se recupera el control.

Para saber más

*María Asunción Salgado de la Rosa es doctora en Arquitectura.

Para estudiar diseño

Por VICTOR MORENO

Massimo Vignelli, el diseñador de toda la simbología del metro de Nueva York, lo dijo muy claramente: "La vida del diseñador es una vida contra la enfermedad visual". Y es Escandinavia uno de los lugares más interesantes donde venir a curar esa enfermedad.

Escandinavia está a la vanguardia en Europa en lo que a diseño se refiere, eso ya lo sabemos. Si te encanta el diseño y se te había pasado por la cabeza ir a estudiar fuera, o bien pasar por un curso intensivo adicional para reforzar tus conocimientos y habilidades, aquí van algunos consejos: para empezar, coge la mochila y vente hasta aquí.

Pura comunicación gráfica.

La idea de Diseño abarca muchos ámbitos. Las principales disciplinas creativas las encuentras en el campo de la comunicación, el textil, ingeniería o industrial y las artes plásticas. O sea, tienes donde elegir.

Empezamos por la Comunicación Gráfica: un factor fundamental en la sociedad actual. Además, es una carrera que puede desarrollarse en los canales impresos y los digitales. Este último es el sector que más rápidamente ha evolucionado en los últimos años. La comunicación interactiva es aquella que se desarrolla en internet y todas sus aplicaciones a los nuevos productos y 'gadgets' digitales. Piensa que detrás hay siempre un diseñador. Aquí encontraremos aún más disciplinas, como pueden ser el 'visual branding', o la animación, entre otros. Un ejemplo muy claro: en los escaparates ya no vemos carteles, sino monitores de plasma. Para que te quede claro, pincha aquí y entenderás lo que significa animación y entonación.

Hablar de diseño gráfico, por supuesto y al contrario de lo que muchos puedan pensar, no es referirse sólo a publicidad (de hecho a veces parece que en publicidad se les olvida lo que es el diseño gráfico). Un diseñador gráfico puede desempeñar labores en el campo editorial, diseño de revistas y online, identidad corporativa, retail store, producción gráfica, empaquetado, diseño de cartelería e incluso, en cierta medida, intervenir en el campo de la ilustración o la fotografía. Hoy en día la profesión de tipógrafo la encontramos también más ligada al diseñador, debido a que, desde hace tiempo, el proceso es estrictamente digital. En gráfica es muy importante tener en cuenta el desarrollo tipográfico y todo lo que ello significa.

Pedro Pan, uno de los diseñadores responsables de la gráfica de la revista NEO2 lo explica así: "Para mí, la tipografía tiene un 50% de relevancia a la hora de comunicar, por eso es de vital importancia su elección y tratamiento. Confiere al diseño el estado de ánimo concreto y directo. No es lo mismo decir 'hola' con una helvetica thin, que es como un susurro y puede pasar desapercibida, que utilizar una helvetica heavy, que es muy contundente". Pedro además imparte cursos de tipografía en la escuela Zink Project, con sede en Madrid, Valencia y Barcelona.

Tras esta introducción, volvamos al diseño en Escandinavia. Apunta bien:

Un trabajo de los alumnos de la escuela Beckmans.

Las dos escuelas más importantes en Comunicación Gráfica de Suecia son:

Ambas te ofrecen la posibilidad de diplomarte o bien, ya como profesional, ampliar tus facultades con un Master en Comunicación. Los cursos se pueden seguir en inglés, y los precios oscilan entre 1.500 y 6.000 euros por matrícula y curso, según las características del programa que elijas.

Pål Petersson es director responsable del curso de Diseño Gráfico en Berghs School of Communication en Estocolmo y, según su opinión, "en Suecia, los cursos universitarios en Diseño Gráfico están bastante apartados del negocio. Muchos profesores son bastante conservadores y limitados para ver más allá las nuevas alternativas. A menudo encuentran lamentable ser ¡muy comercial!, lo cual es extraño".

Petersson aconseja cursar:

Un trabajo de los alumnos de la HDK de Gotemburgo.

Por su parte, el Diseño Textil o de moda es una industria en continuo progreso y si bien siempre se piensa en que es una tarea complicada la de hacerte un sitio en ella, la verdad es que las posibilidades laborales son cada vez mayores. Si ésta es la disciplina por la que te has decidido, te recomendamos:

Otro campo que con un papel cada vez más importante son las Bellas Artes y el Diseño Industrial. No sólo en el terreno artístico o tecnológico, sino principalmente en el práctico. Piensa que es éste el diseño de todos los objetos que utilizamos y que cada vez nos preocupamos más por la comodidad en el día a día, en el ámbito privado o en el público. Y en el diseño de objetos para el hogar, ¿hay alguien mejor que los suecos?

  • Aquí, tu lugar es Konstfack, la University College of Arts, Crafts and Design.

Por último, la Escuela de Bellas Artes Konsthögskolan también ofrece posibilidades en restauración y arquitectura.

El diseño textil también tiene su lugar en Beckmans.

¿Carrera universitaria o no?

Una de las cosas con las que han luchado siempre los diseñadores es esa idea general de que, al no ser una carrera superior, cualquiera puede diseñar. Sobre todo, si se tienen las herramientas adecuadas, algo de buen gusto e imaginación. Pero desde la profesión, se defiende que hay toda una ciencia y conocimientos teóricos y prácticos detrás de ello. En España, de hecho, algunas universidades se han animado a impartir la titulación.

Lo cierto es que éste ha sido (y es) un eterno debate, sobre el cual los expertos tienen su propia opinión:

  • Para el decano de la Escuela Superior de Arte y Arquitectura de la Universidad Europea de Madrid, Juan Carlos García Perrote, el hecho de que Diseño se incorpore como grado universitario "es esencial" y, aunque es novedad en España, ya se lo considera como tal en países como Estados Unidos o algún otro de Europa.
  • Rubén Manrique es responsable del estudio de Diseño Gráfico Ipsum Planet, con sede en Madrid. Ellos son los responsables de la dirección de artística de la revista NEO2. Y, para él, "que el diseño tenga rango universitario está bien, siempre que haya buenos profesores y las prácticas sean más o menos reales. Aparte de una base teórica y técnica, es muy importante que los alumnos tengan contacto con el diseño del día a día. Es ahí donde realmente se aprende lo importante. A la hora de decidirse por vía universitaria o no, que vean el plan de estudios, que indaguen qué profesores darán las materias y, por último, que comparen precios, pues hay algunas escuelas que 'te ponen firme'".

Obra de Ipsum.



  • Por su parte, Jordi Mitjá es artista visual acostumbrado a colaborar con diseñadores y es responsable de la editorial Crani. Sobre el que el Diseño sea una carrera universitaria, opina: "Me parece lógico y necesario en una sociedad que cada vez entiende el diseño como una parte esencial de su cotidianidad. Y, sin lugar a dudas, se necesita gente muy formada y competente para estar a la altura de las grandes escuelas de diseño en el mundo. Una licenciatura parece lo mejor, siempre que se construyan los contenidos con profesionales y diseñadores reputados. Para quien tenga ahora que decidirse, yo le diría que escoja Barcelona, donde existe una gran tradición de escuelas de diseño con renombre. Pero es de esperar que Madrid tenga su gran centro del diseño, porque profesionales no le faltan".
  • Dani Saenz es uno de los no muchos directores de Arte en España galardonados con el León de la Publicidad en Cannes. Actualmente, trabaja en la agencia de publicidad Leo Burnett. Para él, "la verdad que tener la licenciatura, en lo que a Diseño Gráfico se refiere, no aporta demasiado a la hora de buscar trabajo. Creo que a la hora de entrar en un estudio o agencia, se busca más el potencial, los trabajos ya realizados, tanto personales como profesionales, la creatividad... cosas innatas que se pueden aprender en Bellas Artes o en cursos más especializados de Diseño Gráfico. Mi consejo sería que mirasen bien, comparasen... que buscasen el sitio donde hubiese más práctica que teoría".
  • Jason Munn es uno de los diseñadores gráficos más interesantes en la actualidad. Es responsable de su estudio The Small Stakes con sede en Oakland, California, donde desarrollan la gráfica para bandas como Nada Surf, Built to Spill, Death Cab for Cutie, Sufjan Stevens, Wilco, entre muchos otros. Él entró en el mundo del Diseño tras haber empezado la Escuela Superior de Bellas Artes. "Si tuviera que volver a la escuela ahora, me iría a mirar el trabajo que estén creando los estudiantes en escuelas de Diseño y lo compararía con el trabajo de la facultad. Por otro lado, también es interesante la idea de ser enseñado por diseñadores en pleno campo de trabajo".

Para saber más

  • No te pierdas la película documental 'Helvetica'.
  • Si quieres estudiar en España, puedes hacerlo también como licenciatura universitaria. Por ejemplo, en la Universidad Europea de Madrid, Y como diplomatura, existe Ingeniería Técnica en Diseño Industrial, en Madrid y Barcelona. En esta página del Ministerio encuentras las universidades donde se imparte.

'Koolhaas Houselife', el milagro de la movilidad total


  • Un documental nos enseña uno de los hitos arquitectónicos del siglo XX
  • A través de la vida de personas en la casa, aprendemos una lección de Arquitectura


Parece increíble pero, a pesar de las intensas conexiones que muchos han señalado acertadamente entre nuestra querida profesión y el cine, las películas/documentales que tratan específicamente sobre arquitectura suelen ser un auténtico tostón. No nos interesan ni a los propios arquitectos. Las aguantamos a duras penas con una estoica expresión de concentración máxima, a medio camino entre el estreñimiento severo y el sueño profundo. La película de Ila Beka y Louise Lemoine, sobre la famosa Casa de Burdeos de Rem Koolhaas, es una magnífica excepción a esta norma.

El esquema más habitual de una película/documental sobre un edificio se resume en una sucesión de lentos movimientos de cámara recorriendo un supuestamente sugerente espacio arquitectónico. Picados, contrapicados, travelings y escorzos violentos nos pretenden enseñar las intenciones expresivas profundas del artista. En algunos casos, se complementan estas visiones generales con planos más cortos de algunos detalles constructivos ingeniosos, como una barandilla o una ventana, en realidad bastante invisibles para el común de los mortales. Todo este batiburrillo de imágenes se suele acompañar de suave música clásica, para darle un aire todavía más trascendente a la cosa.

Trailer de 'Koolhaas HouseLife'

Una condición indispensable que debe cumplir cualquier documental de arquitectura que se precie: jamás deberá aparecer ningún ser humano que pueda arruinar la percepción de la obra. En resumen, una presentación tan excepcional del edificio en cuestión que, si algún imprudente espectador comete la ingenuidad de visitar físicamente el objeto de la película, se sentirá inexorablemente decepcionado. Le molestará la gente, la suciedad, el desorden… la vida entera.

Hace un par de años, pude ver una variante de este patrón general. El documental que hizo Sydney Pollack sobre su amigo Frank Gehry. En este caso, el director añadía al esquema tradicional, la exposición del método de trabajo del arquitecto. Podíamos ver a Gehry en su macro-estudio californiano colocando, ¡qué digo!, mandando a un chinito muy servicial colocar pequeñas cartulinas plegadas con formas imposibles en la maqueta de su próximo edificio. Él, mientras tanto, contemplaba con expresión grave los sucesivos resultados de los ejercicios de papiroflexia oriental. Hasta que, finalmente y sin que nadie entendiera muy bien el motivo, exclamaba jubiloso: "¡Así, así; así está bien!" Pues todavía peor. Si lo primero era soporífero, esto además, es mentira. O debería serlo.

Como decía, Koolhaas Houselife es otra cosa. La Casa de Burdeos es una de las últimas viviendas unifamiliares del arquitecto holandés. Reconocida de forma unánime y acertada por todos los estamentos de la crítica internacional como uno de los hitos de la arquitectura del siglo pasado, se la coloca junto viviendas tan importantes como la Villa Savoya de Le Corbusier o la Casa de la Cascada de Frank Lloyd Wright. Es ciertamente magnífica, y su pesado volumen agujereado flotando literalmente sobre el paisaje boscoso de la periferia de Burdeos sigue sorprendiéndonos incluso a los que conocemos el secreto de la levitación.

Toda esta magnífica casa gira alrededor del hecho de que su propietario era minusválido. Y el arquitecto pretende conceder el milagro de la movilidad total: la casa es quien se mueve para su habitante

Es una casa muy particular. Toda ella gira alrededor del hecho de que su propietario, el padre de familia, tenía que moverse en silla de ruedas. En una actitud típicamente 'koolhaasniana', si se me permite la expresión, en lugar de diseñar una vivienda horizontal en una sola planta, que hubiera sido la solución más convencional, el arquitecto no acepta esta limitación, y pretende conceder a su cliente el milagro de la movilidad total. Y como (todavía) no es Dios, construye una ilusión radicalmente antagónica con la severa limitación del propietario. Una gran plataforma-habitación móvil se eleva y desciende, constituyéndose en el centro de la casa. No se trata de que comunique las tres plantas entre sí, como haría un amplio ascensor por ejemplo. La plataforma-habitación completa físicamente la distribución de la vivienda en cada una de sus tres plantas, según la posición en que se detenga. Si el propietario no puede moverse libremente por las tres dimensiones del espacio arquitectónico de su casa, Koolhaas hace que sea la propia casa la que se mueva para permitir que el dueño, desde su estática posición, pueda disfrutar de sus diferentes estancias, vistas y orientaciones.

Inteligentísima solución, que por supuesto responde perfectamente a las necesidades del propietario, a la vez que le libera de la tiranía de un desarrollo exclusivamente horizontal que, en el fondo, no haría sino hacerle más presente su limitación.

No te pierdas la casa de 'Koolhaas HouseLife'

Ila Beka y Louise Lemoine podrían haberse limitado a contar todo esto en su película. Pero no. Hacen que la casa nos la enseñe Guadalupe, la extremeña que trabaja como mujer de la limpieza de este sofisticado artefacto. Vemos todo aquello que Koolhaas diseñó pormenorizadamente para monsieur a la vez que lo vemos chocar brutalmente con las labores diarias de mantenimiento. Somos testigos de cómo conviven en Guadalupe la admiración por una máquina especializada y las enormes dificultades que les provoca para realizar su trabajo genérico. Esa contradicción permanente nos ofrece infinidad de momentos con una gran carga humorística, que consiguen mostrarnos una casa vivida y vivible, en lugar de un objeto de culto intangible y abstracto, como tantas viviendas pseudo-decoradas que aparecen en las revistas de arquitectura e interiorismo.

La operación de la película es similar a la que concibió el arquitecto para la casa. Koolhaas consigue colocar el centro de coordenadas del universo en la plataforma-habitación de su habitante discapacitado, para hacer que el mundo entero gire a su alrededor. Los directores construyen toda la estructura narrativa de su película desde otro punto insospechado de la casa: la actividad de la mujer de la limpieza. Curiosamente, desde esta perspectiva tan diversa, la película hace mucho más consciente al espectador de la complejísima manipulación espacial realizada por el arquitecto de lo que hubiera conseguido cualquier explicación o imagen aséptica más convencional.

Excelente película o documental o lo que se quiera, que recomiendo con intensidad para todos los públicos. Incluso para reírse un rato sin más. A mí personalmente me ha servido para que mi mujer me perdone algunos defectillos que yo, desde mi modestia, había proyectado para ella en nuestra propia casa. ¡Si le pasa al holandés errante, qué menos que nos ocurra a los demás!

Por DIEGO FULLAONDO*

Para saber más

Hacia espacios virtuales de calidad arquitectónica



Pensando en aquello de 'se hace camino al andar…', se me han empezado a hinchar los… vamos que he empezado a mosquearme un poco. Tras varios siglos por los que ha caminado la Arquitectura en la búsqueda de los espacios, los estados sensitivos y la expresión, cabe plantearse en la actualidad que quizá haya que ampliar el espectro dimensional de las percepciones, diversificar el objetivo perceptible a ofrecer, y me explico:

Isidro Gallego

En la medida en que la vida virtual gana enteros en la globalidad de nuestro tiempo, no deberíamos desdeñar la posibilidad de desarrollar un nuevo sistema que nos conduzca a una efectiva transmisión virtual de sensaciones. Me estoy refiriendo a esa otra arquitectura destinada a no salir nunca del mundo cibernético.

Lo que hasta hace no mucho tiempo (mediante videojuegos, cortos cinematográficos, animaciones, etcétera) apenas era capaz de ofrecer argumentos creativos como para centrar nuestra atención, ha ganado en los últimos tiempos una capacidad expresiva y emocional tal que es difícil no rendirse a sus virtuales encantos. Aunque lo cierto es que no es oro todo lo que reluce, y que estos encantos parecen serlo sólo en potencia, ya que hasta el día de hoy el equivocado proceso creativo no ha dado más que resultados poco ambiciosos, en búsqueda de la repetición de la realidad irrepetible que supone nuestra naturaleza y su futurible cósmico.

(Nunca la virtualidad podría competir ni igualar la sola idea de imaginar el día que podamos alterar los colores o la capacidad lumínica atmosférica, la dualidad espacio-tiempo o cualquier otra incursión en la ansiada y melancólica conquista del espacio).

En la medida en que la vida virtual gana enteros, no deberíamos desdeñar la posibilidad de desarrollar un nuevo sistema que nos conduzca a una efectiva transmisión virtual de sensaciones

Obviamente, el objetivo está viciado, es estúpidamente pretencioso. Estamos ante un mundo mucho más complejo que hace tambalearse al sistema tradicional, al menos en lo que concierne a lo que se ha venido llamando nuestra 'segunda vida'.

Quisiera reflexionar sobre los convencionalismos trasladados desde el mundo real al virtual. Por ejemplo y para descojonarnos un poco, en los espacios vulgarmente llamados 3D, ¿alguien puede explicar para qué cojones se necesita el uso de puertas con manillas y bisagras para pasar de una estancia a otra? ¿Y la utilización de mobiliario o naturaleza? (sólo explicable desde un enfoque poético, quizá válido en determinados momentos, pero no como ley de creación). ¿De qué vale una barandilla si al caer no te escoñas? ¡¡Pero qué clase de emoción tiene un mundo en el que lo más que te puede pasar es que se vaya la puta luz!!... no necesitas ir a mear…, no te mojas si llueve…, si te tiras un pedo no lo huele nadie... en definitiva, una mierda.

Por lo tanto, hay que dar un giro a todo esto y qué mejor punto de partida que la propia Arquitectura. Históricamente ha sido ésta la que ha determinado las formas de vida, las relaciones entre personas, las sensaciones vitales, etcétera. En el momento en que seamos capaces de liberar a esta nueva Arquitectura de tantos -pre-, estaremos sentando una base más sólida, virtual, pero sólida.

El cómo ya es algo más difícil de predecir. Deberíamos revisar el legado de la evolución del arte moderno, es posible que esto nos ayude a evitar crear un nuevo corsé señaléctico que englobe a toda la creación virtual, de manera que se dé paso a un intenso momento en que se generen nuevas formas de expresión arquitectónica capaces de despertar lo más sutil y basto de nuestros sentidos.

No cabe duda de que el primer obstáculo surge de la dicotomía entre generar espacios intuitivos que faciliten el 'movimiento' y la comprensión de los mismos, u optar por el expresionismo llevado a consecuencias experimentales más arriesgadas, entendiendo además que nuestras nuevas creaciones serán recorridas con el escaso pudor de la soledad cibernética.

Quiero suponer que en un futuro próximo podamos aportar con facilidad 'espacios virtuales de calidad arquitectónica' asociables a los soportes que trae consigo la web

Campos de trabajo podrían ser los recientes soportes creados en la web (Secondlife, Libsecondlife, OpenSim…etcétera), que ya empiezan a experimentar, aunque de una forma excesivamente torpe y lamentablemente inconsciente, los procesos generadores de espacios. Para no entrar en jergas y conceptos inestables (que sólo darían pistas momentáneas), podemos simplificar diciendo que en la actualidad los 'desarrolladores' andan buscando alternativas entre los diversos armadores de ingeniería y motores de gestión que les permitan con mayor capacidad y libertad estructurar sus 'creaciones'. El problema radica en que todo este proceso se está haciendo desde la más absoluta trivialización de la Arquitectura, obviando su enorme potencialidad en este mundo. Quiero suponer que en un futuro próximo pueda ser reconducida esta cuestión y que podamos aportar con facilidad 'espacios virtuales de calidad arquitectónica' asociables a estos soportes. Estamos de acuerdo en que todo esto nos ha pillado por sorpresa, pero todo tiene un límite.

El anular toda una serie de factores naturales (como viento, lluvia, temperatura, olor, tacto, dolor…etcétera) obliga a la creación de otros parámetros que fortalezcan la intensidad sensorial, como la luminosidad, el contraste, el impacto visual, la sorpresa, la acústica, la velocidad, la apertura de diafragma, ¿alguien dijo cine? Qué les voy a contar…

La actual estética hortera de los diversos espacios asociados a la web ataca al más básico pilar de nuestro entendimiento, hasta ahora no se puede haber hecho peor. ¿Se puede sentir una poesía comiendo galletas sentado frente al ordenador leyendo letras en color fucsia y de fondo una canción de Luis Miguel desgañitándose por echar un polvo?... No, definitivamente hay que filtrar esto.

Por el contrario, tenemos el medio. La experimentación basada en fundamentos arquitectónicos puede crear plataformas adecuadas a cada movimiento.

Personalmente, un espacio en el que no se pueda morir (como paradigma de los sentidos) siempre adolecerá del más crudo carácter vital. No obstante, se trata de una arquitectura para soñar y ofrecer campos de sensación a los que sueñan. Por lo demás, la realidad apunta a encerrarnos en este microcosmos cada vez con mayores dosis de obsesión. Es nuestra opción que la Arquitectura haga que la sensibilidad y la emoción acompañen y conviertan este caos en un proceso.

Por ISIDRO GALLEGO DOMÍNGUEZ*

*Isidro Gallego Domínguez es arquitecto.

concursos de la Architectural Association School of Architecture de Londres



Desde el pasado agosto, fecha en que visité Londres por última vez, estoy tratando de escribir unas líneas acerca de los pabellones instalados en Bedford Square.

Este es el tercer año en el que la city de Londres permite la instalación en su espacio urbano de dos pabellones diseñados por integrantes de la Architectural Association School of Architecture, también conocida como la AA.

Estos dos pabellones son los respectivos ganadores de sendos concursos organizados por la propia escuela: uno es el 'AADRL Ten Pavilion Competition' de carácter más tecnológico; el otro, el 'AA Summer Pavilion' centrado más en conceptos espaciales y de desarrollo formal, ofrece la posibilidad de presentarse a alumnos de cursos inferiores.

Pabellón [C]Space ganador del AADRL Ten Pavilion Competition de este año, instalado en Bedford Square, obra de Alan Dempsey, Alvin Huang y asociados.

Los ganadores del DRL10 Pavilion Competition este año han sido los arquitectos Alan Dempsey y Alvin Huang, ex alumnos de la AA, en colaboración con miembros de la misma escuela. Su propuesta [C]space, es una estructura en forma de concha construida íntegramente a base de placas de hormigón prefabricado reforzado con fibra de vidrio.

En el caso del concurso para el AA’s 2008 Summer Pavilion, los ganadores fueron estudiantes de segundo y tercer curso supervisados por sus profesores. La solución ganadora titulada Swooshestructura en forma de doble espiral enlazada, un punto de encuentro en el espacio público londinense combinando conceptos como cohesión y fluidez. (zumbido), proponía mediante una

Pabellón Swoosh, ganador del AA´s 2008 Summer Pavilion Competition, obra de la estudiante de segundo curso Valeria García , junto con alumnos de tercer curso, supervisados por los profesores Charles Walker y Martin Self.

Para los que no estén familiarizados con la enseñanza de la arquitectura en Europa, hay que decir que la AA es una de las escuelas más prestigiosas del mundo.

Su metodología de enseñanza, muy orientada a la práctica real (no tanto de la profesión como de la materialización del objeto arquitectónico), obliga tanto a alumnos como a profesores a entrar en contacto directo con la construcción de artefactos a escala real desde una edad temprana.

Y ésa es precisamente la sensación que tuve al visitar estos pabellones, que se trataba de un proyecto docente fantástico (a pesar de que sólo uno de ellos lo era), que a la postre, consigue resultados estupendos... y nada más.

Como ferviente apasionada de la arquitectura experimental, esta sensación generó en mí una gran inquietud, que me llevó a cuestionar la esencia misma de la arquitectura de pabellón.

Proyecto Bad Hair, ganador del AA´s 2007 Summer Pavilion Competition, obra de Margaret Dewhurs.

¿Acaso un pabellón no es una arquitectura destinada al aprendizaje y la experimentación? Y si no es así, ¿tiene algún sentido su construcción?

En los últimos tiempos proliferan los eventos feriales en los que se ha puesto de moda invitar a grandes arquitectos internacionales a participar en la construcción de arquitecturas temporales (o pabellones) para los que se destina un presupuesto acorde con sus previsiones de durabilidad.

El resultado, una vez visto in situ, más allá de lo aparecido en las revistas especializadas, resulta la mayor parte de las veces desalentador. Muchos de ellos decepcionan tanto o más que los decorados de cartón piedra de un estudio de televisión o los trajes de los artistas de circo cuando, observados de cerca, se aprecian todos sus remiendos. En estos pabellones no hay nada nuevo y encima, se les ve el cartón. Todavía trato de reponerme de la impresión que me dejó el edificio Fórum de Barcelona de mis adorados Herzog y de Meuron.

En este sentido, la principal virtud de los pabellones de la AA es precisamente ésta, que se trata de ejercicios reales de experimentación planteados desde una escuela.

La esencia actual de las grandes ferias atenta contra el carácter experimental del que deberían hacer gala sus arquitecturas, desplazando el interés hacia aquellos proyectos arquitectónicos que suceden intra-muros. Afortunadamente, cada vez más arquitectos se ocupan de estos proyectos calificados como 'menores', que exploran de una manera distinta las características del espacio y su interacción con las personas, ajustándose a los parámetros de las instalaciones y performances heredadas del mundo del arte.

Soy consciente de que esta frase puede herir la sensibilidad de muchos arquitectos, pero a mi entender el pabellón ha muerto, ¡viva la instalación!

Por MARÍA A. SALGADO DE LA ROSA*

*María Asunción Salgado de la Rosa es doctora en Arquitectura.

Jørn Utzon Borealis v2.0 (at the Utzon Center, DK)


The installation Jørn Utzon Borealis is a personal approach to the work of this great Danish architect, translated to an audiovisual and contemporary media. Thinking about the Utzon’s work brings to mind thoughts of clouds, northern lights, and ethereal dream-like feelings for me. Most particularly the dramatic roofs of his buildings, floating over massive, robust and rational bases. I feel that Utzon taught us how to be lyrical and rational at the same time, how to dream the contemporary, discovering new hidden possibilities within Modern Architecture. Utzon’s investigations provide profound lessons for me, inspiring an understanding of how architecture should be now: delicate, suggestive, reactive, using contemporary technologies and capturing our zeitgeist. Jørn Utzon Borealis aspires to be a non-tectonic, audiovisual approach to 21st century architecture – a meditation about the experience of spatial sensation, using video and sound.

Jørn Utzon Borealis v2.0 (at the Utzon Center, DK)


The installation Jørn Utzon Borealis is a personal approach to the work of this great Danish architect, translated to an audiovisual and contemporary media. Thinking about the Utzon’s work brings to mind thoughts of clouds, northern lights, and ethereal dream-like feelings for me. Most particularly the dramatic roofs of his buildings, floating over massive, robust and rational bases. I feel that Utzon taught us how to be lyrical and rational at the same time, how to dream the contemporary, discovering new hidden possibilities within Modern Architecture. Utzon’s investigations provide profound lessons for me, inspiring an understanding of how architecture should be now: delicate, suggestive, reactive, using contemporary technologies and capturing our zeitgeist. Jørn Utzon Borealis aspires to be a non-tectonic, audiovisual approach to 21st century architecture – a meditation about the experience of spatial sensation, using video and sound.